ADMIRACIÓN FUENTE DE LA FILOSOFÍA
La
inquietud es un elemento constitutivo del hombre, esa le impulsa como
una fuerza centrifuga, es decir le saca fuera de sí mismo. Hay que
concebir este estado de “permanencia fuera de sí” como una
dimensión positiva del hombre, alejando de él todo tipo de
interpretación negativa. La inquietud en cuanto “fuerza
centrifuga” manifiesta la capacidad de admiración y asombro que
lleva dentro de sí el hombre; la admiración, capacidad natural del
hombre, sustenta a la inquietud y a la curiosidad. En otros términos
la inquietud es la expresión de la admiración, el hombre es
inquieto, esto es, él está siempre en búsqueda, porque él es
capaz de admirarse y el acto de admiración le produce cierta
satisfacción, incluso en ella encuentra placer. La curiosidad viene
también fundada por la admiración, porque ésta promete
satisfacción al hombre, entonces éste busca saciar su propio deseo
de placer. He aquí donde aparece la figura del hombre curioso (homo
curiosus). La curiosidad es
constitutiva al hombre y esa le incita a ser inquieto, por lo tanto
emerge inmediatamente del deseo, el cual, mediante la voluntad, pone
en movimiento a la inquietud. Homo curiosus escruta y
escudriña permanentemente la realidad (realitás o fainomenon) que
le circunda. El hombre se halla siempre en busca de “algo” y en
su búsqueda deja sus huellas, las culturas. En este sentido la
capacidad de admiración y curiosidad, que le va al hombre por
naturaleza, se manifiestan mediante el deseo de saber. Y con
mucha razón Aristóteles ya decía: “Todos los hombres desean por
naturaleza saber”1.
El hombre es curioso por naturaleza y su curiosidad le mueve a saber,
saber para transformar y descubrir secretos del cosmos. La
admiración, capacidad natural del hombre, es la fuente de todo
filosofar; la filosofía nace de la admiración:
“Soc.
-Querido amigo, parece que
Teodoro no se ha equivocado al juzgar tu condición natural, pues
experimentar eso que llamamos la admiración es muy característico
del filósofo. Éste y no otro, efectivamente, es el origen de la
filosofía”2.
Ante
esta idea de Platón nos podría surgir la siguiente pregunta: ¿Es
la admiración una potencia de la naturaleza humana o es una
capacidad peculiar, de la cual sólo gozan los filósofos? Nuestra
respuesta se inclinaría hacia ambas direcciones, pues no cabe duda
que la admiración es una potencia, que está ahí latente en todo
hombre, porque cada persona en algún momento de su existencia se
admiró y se admira de alguna situación, realidad, escena etc; sin
embargo no todos tienen la capacidad de sorprenderse radicalmente de
la magnitud y maravilla del cosmos, de la vida y toda su
circunstancia. Aristóteles nos ilustra con mucha claridad la
vocación, la cual es una inclinación particular de una persona
hacia determinada acción, en nuestro caso inclinación del filósofo
hacia su mundo circundante:
“Qué
no se trata de una ciencia productiva, es evidente ya por los que
primero filosofaron. Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre
a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante
los fenómenos sorprendentes más comunes; luego, avanzando poco a
poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y
los relativos al sol y a las estrellas, y la generación del
universo”3.
De
esta lectura podemos extraer dos características fundamentales de la
filosofía. La primera tiene que ver con la inutilidad de la
filosofía en cuanto pertinencia, bien Aristóteles dice, que la
filosofía es una ciencia improductiva. Utiliza el término poiesis
(poihtikh),
que expresa la capacidad
productiva del hombre. Esta palabra caracteriza al homo
faber por excelencia, sin
embargo la filosofía toma distancia de la poiesis o del hacer, o
fabricar. La filosofía no se ocupa de determinaciones empíricas,
por esa razón ella es inútil e impertinente. La filosofía es
teoría (ewria).
La teoría en el mundo griego
era un atributo que era asignado a una persona en su carácter de
observador; el teórico en este sentido observaba detenidamente una
determinada circunstancia,
acontecimiento, juegos, discusiones etc., para luego transmitir o
compartir a otros. El teórico era alguien que observaba, pero no se
involucraba en las acciones o discusiones de lo observado. Así nos
relata Habermas:
“La
palabra «teoría» se remonta a orígenes religiosos: theoros
se llamaba el representante que las ciudades griegas enviaban a los
festivales públicos. En la teoría,
vale decir, contemplando, se enajena el mensajero ante el sacro
acontecer. En el uso filosófico del lenguaje la teoría se tansforma
en perspectiva del cosmos.... Cuando el filosofo contempla el orden
inmortal, no puede menos de asimilarse él mismo a la mediada del
cosmos, imitar a éste en su interior. A las proporciones que
contempla tanto en los movimientos de la naturaleza como en la
sucesión armónica de la música, procura darles personal expresión;
se forja a sí mismo por mimesis. La teoría induce a la asimilación
del alma al movimiento ordenado del cosmos en la praxis de la
vida...”4.
Ahora
bien volviendo nuevamente al tema de la inutilidad de la filosofía,
recordamos que justamente esta dimensión de la filosofía fue un
tema bien debatido en las décadas de los 60 por los miembros de la
Escuela de Frankfurt, sobre todo, por Teodoro Adorno, quien se
preguntaba juntamente con Jürgen Habermas: “Wozu noch
Philosophie?”, es decir “Para qué todavía filosofía?”. En
esos debates estos pensadores esgrimían claramente esta
característica inoperante, impertinente e inútil de la filosofía,
y afirmaban que justamente por estas características ella sigue
vigente y necesaria en la vida del hombre. La filosofía al ser útil
y pertinente deja simplemente de ser filosofía y se convierte en
ciencia; ésta sí es útil y pertinente. Por otro lado Aristóteles
nos expresa claramente que la admiración es una capacidad que
desarrolla más agudamente unos pocos, o sea los filósofos; quienes
no se conforman de la mera admiración en cuanto tal, sino sienten la
admiración como un signo, que va mostrando la maravilla del cosmos y
de la vida, y esa maravilla, a su vez, actúa como un encanto en sus
vidas. Estando así el ocuparse de las primeras causas
(proth arch) ya
es privilegio de pocos.
¿Sé
ha admirado usted en algún momento de su vida? ¿De qué se ha
admirado usted en algún momento de su vida? ¿Dónde le condujo esa
admiración? ¿Por qué le parecería a usted que la filosofía
cuando más impertinente, inoperante e inútil es, pues ella tanto
más filosofía es? En nuestro contexto paraguayo: ¿De qué debe
ocuparse la filosofía? ¿Sobre qué pensar el filósofo paraguayo?
¿Qué panorama o teoría puede tener el filosofo paraguayo para
juzgar, criticar, alabar, promover, advertir etc?
1
“Tante
anrwpoi
tou eidenai oregontai fusei” Cfr. Aristóteles. Metafísica.
980ª.
2 Platón.
Teeteto. 155ª.
3 Aristóteles.
Metafísica. 982B 12.
4 Habermas.
Conocimiento e Interés. P. 159.
Referencia Bibliográfica
Aristóteles. Metafísica. Editorial Credos. Madrid. 1998.
Habermas, J. Conocimiento e Interés. En Ciencia y técnica como “ideología”. Tecnos. 1994.
Platón. Teeteto. En Diálogos. Editorial Credos. Madrid 1998.
Prof. Abelardo Montiel
gracias por esa ayuda que dios te pague amigo me sirvió de mucho muchas gracias
ResponderEliminar