domingo, 4 de agosto de 2013

ADMIRACIÓN FUENTE DE LA FILOSOFÍA

ADMIRACIÓN FUENTE DE LA FILOSOFÍA

La inquietud es un elemento constitutivo del hombre, esa le impulsa como una fuerza centrifuga, es decir le saca fuera de sí mismo. Hay que concebir este estado de “permanencia fuera de sí” como una dimensión positiva del hombre, alejando de él todo tipo de interpretación negativa. La inquietud en cuanto “fuerza centrifuga” manifiesta la capacidad de admiración y asombro que lleva dentro de sí el hombre; la admiración, capacidad natural del hombre, sustenta a la inquietud y a la curiosidad. En otros términos la inquietud es la expresión de la admiración, el hombre es inquieto, esto es, él está siempre en búsqueda, porque él es capaz de admirarse y el acto de admiración le produce cierta satisfacción, incluso en ella encuentra placer. La curiosidad viene también fundada por la admiración, porque ésta promete satisfacción al hombre, entonces éste busca saciar su propio deseo de placer. He aquí donde aparece la figura del hombre curioso (homo curiosus). La curiosidad es constitutiva al hombre y esa le incita a ser inquieto, por lo tanto emerge inmediatamente del deseo, el cual, mediante la voluntad, pone en movimiento a la inquietud. Homo curiosus escruta y escudriña permanentemente la realidad (realitás o fainomenon) que le circunda. El hombre se halla siempre en busca de “algo” y en su búsqueda deja sus huellas, las culturas. En este sentido la capacidad de admiración y curiosidad, que le va al hombre por naturaleza, se manifiestan mediante el deseo de saber. Y con mucha razón Aristóteles ya decía: “Todos los hombres desean por naturaleza saber”1. El hombre es curioso por naturaleza y su curiosidad le mueve a saber, saber para transformar y descubrir secretos del cosmos. La admiración, capacidad natural del hombre, es la fuente de todo filosofar; la filosofía nace de la admiración:

“Soc. -Querido amigo, parece que Teodoro no se ha equivocado al juzgar tu condición natural, pues experimentar eso que llamamos la admiración es muy característico del filósofo. Éste y no otro, efectivamente, es el origen de la filosofía2.

Ante esta idea de Platón nos podría surgir la siguiente pregunta: ¿Es la admiración una potencia de la naturaleza humana o es una capacidad peculiar, de la cual sólo gozan los filósofos? Nuestra respuesta se inclinaría hacia ambas direcciones, pues no cabe duda que la admiración es una potencia, que está ahí latente en todo hombre, porque cada persona en algún momento de su existencia se admiró y se admira de alguna situación, realidad, escena etc; sin embargo no todos tienen la capacidad de sorprenderse radicalmente de la magnitud y maravilla del cosmos, de la vida y toda su circunstancia. Aristóteles nos ilustra con mucha claridad la vocación, la cual es una inclinación particular de una persona hacia determinada acción, en nuestro caso inclinación del filósofo hacia su mundo circundante:

Qué no se trata de una ciencia productiva, es evidente ya por los que primero filosofaron. Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego, avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y a las estrellas, y la generación del universo3.

De esta lectura podemos extraer dos características fundamentales de la filosofía. La primera tiene que ver con la inutilidad de la filosofía en cuanto pertinencia, bien Aristóteles dice, que la filosofía es una ciencia improductiva. Utiliza el término poiesis (poihtikh), que expresa la capacidad productiva del hombre. Esta palabra caracteriza al homo faber por excelencia, sin embargo la filosofía toma distancia de la poiesis o del hacer, o fabricar. La filosofía no se ocupa de determinaciones empíricas, por esa razón ella es inútil e impertinente. La filosofía es teoría (ewria). La teoría en el mundo griego era un atributo que era asignado a una persona en su carácter de observador; el teórico en este sentido observaba detenidamente una determinada circunstancia, acontecimiento, juegos, discusiones etc., para luego transmitir o compartir a otros. El teórico era alguien que observaba, pero no se involucraba en las acciones o discusiones de lo observado. Así nos relata Habermas:

La palabra «teoría» se remonta a orígenes religiosos: theoros se llamaba el representante que las ciudades griegas enviaban a los festivales públicos. En la teoría, vale decir, contemplando, se enajena el mensajero ante el sacro acontecer. En el uso filosófico del lenguaje la teoría se tansforma en perspectiva del cosmos.... Cuando el filosofo contempla el orden inmortal, no puede menos de asimilarse él mismo a la mediada del cosmos, imitar a éste en su interior. A las proporciones que contempla tanto en los movimientos de la naturaleza como en la sucesión armónica de la música, procura darles personal expresión; se forja a sí mismo por mimesis. La teoría induce a la asimilación del alma al movimiento ordenado del cosmos en la praxis de la vida...4.

Ahora bien volviendo nuevamente al tema de la inutilidad de la filosofía, recordamos que justamente esta dimensión de la filosofía fue un tema bien debatido en las décadas de los 60 por los miembros de la Escuela de Frankfurt, sobre todo, por Teodoro Adorno, quien se preguntaba juntamente con Jürgen Habermas: “Wozu noch Philosophie?”, es decir “Para qué todavía filosofía?”. En esos debates estos pensadores esgrimían claramente esta característica inoperante, impertinente e inútil de la filosofía, y afirmaban que justamente por estas características ella sigue vigente y necesaria en la vida del hombre. La filosofía al ser útil y pertinente deja simplemente de ser filosofía y se convierte en ciencia; ésta sí es útil y pertinente. Por otro lado Aristóteles nos expresa claramente que la admiración es una capacidad que desarrolla más agudamente unos pocos, o sea los filósofos; quienes no se conforman de la mera admiración en cuanto tal, sino sienten la admiración como un signo, que va mostrando la maravilla del cosmos y de la vida, y esa maravilla, a su vez, actúa como un encanto en sus vidas. Estando así el ocuparse de las primeras causas (proth arch) ya es privilegio de pocos.

¿Sé ha admirado usted en algún momento de su vida? ¿De qué se ha admirado usted en algún momento de su vida? ¿Dónde le condujo esa admiración? ¿Por qué le parecería a usted que la filosofía cuando más impertinente, inoperante e inútil es, pues ella tanto más filosofía es? En nuestro contexto paraguayo: ¿De qué debe ocuparse la filosofía? ¿Sobre qué pensar el filósofo paraguayo? ¿Qué panorama o teoría puede tener el filosofo paraguayo para juzgar, criticar, alabar, promover, advertir etc?

1 “Tante anrwpoi tou eidenai oregontai fusei” Cfr.     Aristóteles. Metafísica. 980ª.
2 Platón. Teeteto. 155ª.
3 Aristóteles. Metafísica. 982B 12.
4 Habermas. Conocimiento e Interés. P. 159.

Referencia Bibliográfica

Aristóteles. Metafísica. Editorial Credos. Madrid. 1998.
Habermas, J. Conocimiento e Interés. En Ciencia y técnica como “ideología”. Tecnos. 1994.
Platón. Teeteto. En Diálogos. Editorial Credos. Madrid 1998.

Prof. Abelardo Montiel 

1 comentario:

  1. gracias por esa ayuda que dios te pague amigo me sirvió de mucho muchas gracias

    ResponderEliminar